Ahí estaba yo, desnudo, sentado en un asiento de cuero
barato.
Visualizando la mayor obra maestra que ha podido ser creada
por alguien imperfecto.
El amor. Hombre y mujer en uno, la manzana prohibida, el
gesto indomable, el amor.
Ahí estaba yo, con la piel pegada a ese asiento
, un cigarro
en la mano derecha, y un vaso
de agua con gas en la mano izquierda.
Ahí estaba yo, mirando esa majestuosidad desde un tercer
plano,
el cigarrillo cada vez más colilla,
el agua sin burbujas y la vida sin amor.
Ahí quedó mi yo, al finalizar el espectáculo tiré el cigarrillo,
o lo que quedaba de él,
y lo pisotee
con rabia, con mucha rabia e indignación
mientras aplaudía y
sonreía el gran trabajo de toda la
plantilla teatral.